

Dentro de una década o dos, cuando la bestia acabe de morir, habrá que reconstruir este mundo con otros mimbres, y algunos de esos mimbres son la herencia que nos deja José Saramago a los hombres ciegos, capaces de ver pero aún reacios a mirar. Pero no está lejano el día en el que recobremos la sabiduría; no nos va a quedar otro remedio.